Gaumet Florido
A menudo cuentan que la realidad siempre supera a la ficción. En el
aeropuerto de Gran Canaria pueden dar fe de ello. Y es que el personaje
de Tom Hanks en la película La Terminal queda reducido a anécdota si se
le compara con las 30 personas que llevan semanas pernoctando en Gando.
De ellos, al menos 7 u 8 están todo el día.
Son las 00.13 horas de la madrugada del martes al miércoles. En el
aeropuerto de Gran Canaria reina la calma. Solo hay trasiego de
limpiadoras. En la calle algunos trabajadores apuran sus cigarros. No
se esperan vuelos. Al menos, no nacionales. Pero hay gente durmiendo en
las bancadas azules de Gando. No portan una simple maleta. Los hay que
se han rodeado de enseres. Muñecos. Ropa desperdigada. Bolsas con
comida. Una bombona butsir. Y hasta una bicicleta.
Un simple recuento deja ver que son 30 personas, 30 vidas que han hecho de este aeropuerto su segunda casa, o la primera.
Pero en apenas un mes el número de tan particulares huéspedes se ha
duplicado. Entre los que estaban hace dos noches había un bebé junto a
sus padres. Dormían en la planta baja.