Julio Quintana, comisario de la exposición ‘150 años estibando en Canarias’, posa con unos diferentes modelos de ‘pines’ de enganche. |
Hacer una muestra homenaje a la estiba en Canarias siempre fue un tema pendiente tanto para Julio Quintana, comisario de la exposición, como para el colectivo portuario. Cuando hace un año le hicieron, por fin, el encargo de recopilar material para elaborar la exposición, Quintana se puso manos a la obra sin más recompensa que la de mostrar la vida portuaria que supuso el sustento para él y para miles de hombres en Canarias, con un guiño especial a los trabajadores del Puerto de La Luz y de Las Palmas.
«El puerto es la ensenada natural donde echa amarras un barco, donde fondea, y el muelle es donde puede atracar», diferencia Quintana, que recuerda que antes de la existencia de infraestructuras marítimas ya existían los estibadores, aunque se les denominaba obreros o cargadores, «hombres que se echaban a hombro unos 100 kilos y caminaban por el agua sobre los callaos».
Exposición gratuita. La muestra 150 años estibando los puertos de Canarias es una exposición gratuita situada en la entrada del museo Elder compuesta por fotografías, maquetas de todo tipo de maquinaria y buques y varios ejemplos de la vida de los estibadores. Estará disponible hasta el próximo domingo 19 de febrero.
En el recorrido por la historia de los trabajadores portuarios se hace especial guiño a la importancia de la pesca y del carbón. «Las compañías inglesas, en plena expansión, nos utilizaron por ser un lugar estratégico para ir a Sudáfrica o a Asia. Los ingleses aprovecharon que los buques vivían del carbón y pusieron sus casas consignatarias para surtir a todos los barcos de combustible. De la noche a la mañana se convierte en un puerto sumamente importante en Europa», detalla Quintana. «Cuando entré en el puerto, había bastante pesca congelada y algún que otro contenedor», comenta el portuario, que también trabajó muchos años como fotógrafo profesional y que estuvo casi 30 años estibando y desestibando barcos como especialista y como gruero.
De aquella época guarda muy buenos recuerdos de la «hermandad» de la que formó parte. «La taifa era el grupo de trabajo compuesto por un capataz, dos apuntadores, tres motoristas, cuatro trastaineros...», rememora. Quintana admite que su etapa de mayor felicidad no fue cuando más dinero ganó, siendo gruero, sino los momentos de «compartir la carga» con compañeros que acabaron siendo grandes amigos.