Salir en defensa del Parlamento ahora mismo es un imperativo, un deber
inexcusable de todos los canarios. Este medio lo entiende así. El
esperpento al que hemos llegado en los últimos días en Canarias, dentro
de la espiral de una demencial crisis política cuyos responsables tienen
nombres y apellidos, aconseja, exige a todo medio de comunicación que
no haya perdido la vergüenza pronunciarse pública y radicalmente en
contra de la deriva que toma la democracia en nuestras islas, si no se
remedia a tiempo. Ya venían asomando atisbos de intolerancia hacia la
Autonomía. A tal punto ha llegado el conflicto institucional que
alentaban cabildos, Gobierno y algunos partidos, tras una dinámica
descontrolada de segmentación de las competencias autonómicas en los
distintos reinos de taifas (en carreteras y en las políticas de empleo
del fondo de desarrollo regional Fdcan, entre otros incidentes), que,
por último, arribó, ayer, al seno de la propia Cámara el desafío a los
acuerdos de la máxima institución de la Comunidad Autónoma: el
Parlamento.
La mediocridad y la osadía se dan la mano, y representantes que están
para hacer cumplir la ley y dar ejemplo a los ciudadanos se dejan
arrastrar por la corriente malcriada instalada en la vida pública, y
cargan contra los acuerdos de los diputados, que ocupan el piso alto de
la democracia.
“Pido respeto al Parlamento”
La presidenta de la institución,
Carolina Darias, e invoca “mesura y sentido institucional”. Todo un
aldabonazo a la conciencia de todos los canarios, de todos los partidos y
de todas las instituciones de nuestra comunidad. Aclaremos: es el
Parlamento, no la chusma. Y quien entra en sus salones y toma la palabra
deberá llevar aprendida la lección: “Deja aquí todas tus bajas pasiones
y solo entra acompañado de tus buenas razones”, reza el frontispicio
del Parlamento austríaco.
Nunca resultó más desleída y ninguneada la condición institucional
del diputado regional en estas islas. Nunca su papel fue más
cuestionado, debatido y, lo peor, rebatido en instancias de inferior
rango institucional. Nunca en la política canaria se alcanzó mayor grado
de incultura democrática, de ignorancia.