“A La Candelaria nos llegan personas cinco meses después de haber sufrido un accidente cerebro-vascular; ya no podemos intervenir”“Un paciente que ha sufrido un ictus tiene que pasar por la Unidad de Terapia Ocupacional porque ha perdido lo que denominamos actividades básicas de la vida diaria. Ese paciente, como resida en el Sur está perdido, porque formará parte de una lista de espera para esta Unidad, que es la única que le corresponde, y cuando le toque tendrá que pasar la otra lista de espera, la del transporte para traerle”, advierte Diego Moguel, presidente de la Asociación de Terapeutas Ocupacionales de Canarias (Aptoca), que recuerda que es fundamental la continuidad del tratamiento después de un accidente cerebro-vascular o un politraumatismo. “Se les da el alta desde que están estables pero tienen que hacer una continuidad inmediata de los cuidados. Nosotros hemos visto casos de cuatro y cinco meses de espera, y eso en un ictus es una barbaridad porque el paciente cuando nos llega ya tiene una cronicidad. No podemos intervenir. Es frustrante”, denuncia.
“Si la situación es grave en el Sur, imagínate en las islas periféricas, donde no existe esta prestación. Hace poco tuve que desplazarme a La Palma para hacer un peritaje a un chico de 18 años con una lesión grave en un hombro a causa de un accidente de tráfico. No podía coger nada con la mano. Iba a fisioterapia, que está bien, pero no ha ido a Terapia Ocupacional y ha quedado con una discapacidad tremenda”, lamenta Moguel. Es solo uno de los ejemplos de lo que está ocurriendo.
El caso de los nacidos prematuramente es otro de los episodios más delicados. “Al tener prematuridad vienen con bajo peso y su desarrollo va a ser desequilibrado y con carencias de evolución psicomotriz normal. Hay que hacerles un seguimiento, un tratamiento casi permanente los tres primeros años a través de estimulación sensorial”, afirma este especialista.
Pero si hay un caso que preocupa especialmente y representa un auténtico calvario familiar es el de Rocío y Asier, dos niños aroneros que sufren una enfermedad rara conocida como piel de mariposa, cuya historia ya contó este periódico hace unos meses. Deben desplazarse al menos una vez cada semana al Hospital de La Candelaria. Su piel no se puede rozarse con nada porque les causa un gran sufrimiento, por lo que deben proteger sus cuerpos con unos vendajes especiales. “Tendrías que verlos. Son niños muy vulnerables, muy frágiles a los que no les puede dar el sol. Y tienen que venir a La Candelaria para ser tratados porque en el Sur no existe este servicio. Eso no puede ser. La semana pasada me llamaba una de las madres para ver qué pasaba con lo del Sur”, denuncia Diego Moguel.