1ª) Que propicie un nuevo orden internacional, para que cese el espectáculo degradante de los desheredados del universo tocando a las puertas del primer mundo. Si somos bien nacidos, no podemos hacer oídos sordos a esas desesperadas solicitudes de compasión y de caridad. ¡Cómo permanecer indiferentes ante el drama cotidiano de quienes mueren en el intento de alcanzar nuestras costas, en pos de un futuro algo más digno que el que les deparan sus países de origen!
2ª) Que procure trabajo para los parados, en particular para nuestros jóvenes. Es un drama imponderable que la generación mejor formada de la historia tenga que irse de nuestro país (a menudo para ser explotada fuera) o malvivir en subempleos precarios, porque aquí no hay la menor posibilidad de conseguir una ocupación que esté en consonancia con su capacidad y formación académica. Además, la crisis y el paro consiguiente afectan más a "los de abajo", que, como nos recordara el escritor Mariano Azuela en una memorable novela sobre la revolución mexicana, son siempre los perdedores y los paganos.
3ª) Que ilumine a nuestros políticos y a toda la sociedad, para que cesen los casos de corrupción y se ahonde en la democracia. La desafección de la cosa pública por parte de muchos ciudadanos tiene su raíz en este mal creciente, hijo, entre otras muchas razones, de la excesiva profesionalización de la política y de la carencia de fórmulas claras en la financiación de los partidos.
4ª) Que nos dé salud y se la restituya lo antes posible a quienes la hayan perdido, para que los hospitales sean verdaderos arsenales de esperanza y no de mentiras piadosas.
5ª) Que, con su auxilio, consigamos mantener a raya esas verdaderas e insidiosas epidemias de nuestro tiempo como son la ansiedad y la depresión. Que tengamos, en definitiva, y a pesar de los sinsabores que conlleva la vida (en forma de desamor, de deslealtad, de desempleo, de soledad), la entereza de ánimo suficiente como para sortear estos y otros problemas semejantes.
Y 6ª) Que alerte a los desavisados del peligro que corremos a través del uso de las nuevas tecnologías y de su control por parte de los poderes de siempre, amenaza de la que, con profética lucidez, ya nos advirtió el escritor británico Georges Orwell. Y que les sugiera a los jóvenes que se resistan al hechizo ejercido por estos medios de vanguardia y que lean más y traben contacto con aquello que los incite a pensar y no con lo que los convierte en miméticos cultores de la nada.