Nicolás Guerra Aguiar
(...) Situémonos cerca del mercado del Puerto (que no el de Vegueta, el rebautizado por doña PPepa, aquella señora ex alcaldesa que nació en Triana Alta, anteayer Barrio proletario de San Nicolás, “me cagondiés, no puedo más”). En la pizarra destacaba una oferta atractiva: ocho panes por un euro. (¿Ocho por un euro? ¿Cómo es posible?) Allí, estimado lector, volví a sentir vapuleos y flagelaciones a la elemental condición humana: una sola mujer hacía de panadera, limpiadora, vendedora, empaquetadora y cobradora. La temperatura no bajaba de los treintaitantos largos, pues el horno estaba en plena efervescencia, a lo calderoniano “Etna hecho”. La gente esperaba su turno en la calle, tal era la sajarización del ambiente. El rojo intenso de sus mejillas llamaba la atención a causa del intenso ardor. Mientras, hebras de humedad se abrían camino por la cara. Es la nueva Europa.