Cuenta JORGE ‘MENCEY MACRO’ DORTA lo siguiente:
Ya le ocurrió a Chil y Naranjo allá por el siglo XIX. El ilustre fundador del Museo Canario pronunció, en 1863, un discurso en la Real Sociedad Económica de Amigos del País sobre el peligro que significaba para el cultivo y exportación de la cochinilla -y por ende para la economía de las Islas- la aparición de unos nuevos productos químicos (anilinas) que sustituían al carmín natural con menos costes. Ni puto caso le hicieron.
No solo no le hicieron caso sino que incrementaron la producción pasando de 16.000 quintales hacia 1865 a 60.000 quintales hacia 1870. Luego vendría la crisis, los llantos, las bancarrotas y los lamentos cuando la crisis provocada por las anilinas de las que había advertido Chil golpeó con fuerza.
Hacia 1875 - unos diez años más tarde de la conferencia original - Domingo J. Navarro apuntará en otra intervención en la Real Sociedad Económica de Amigos del País la necesidad de disminuir el cultivo de la cochinilla como solución a la crisis galopante que se había producido añadiendo lo siguiente: “(...) Podemos asegurar que desde mucho tiempo atrás se halla la cochinilla, bajo el rigor de la ley ineludible de economía política que dice: cuando la oferta excede de la demanda, el género que se ofrece pierde estimación. Es necesario por consiguiente disminuir el cultivo”. Como siempre en Canarias se llega mal y tarde.