sábado, 13 de febrero de 2010

EL PARO ES UNA CANALLADA


Ángeles Reverón
Las Palmas de Gran Canaria
Con un par de kilos de menos, Benito Martel se ajusta el pantalón y pide perdón antes de recordar cómo sólo hace un mes y medio que los botones no le llegaban a abrochar. Vivía de alquiler en el Risco de San Nicolás y, aunque sólo con 400 euros mensuales de ingresos, dice que podía tener un plato de comida caliente en su mesa.

Ahora sólo puede comerse un bocadillo diario y su casa en San Nicolás ha sido sustituida por un baño químico en el parque de Santa Catalina. Un incendio le dejó a finales de diciembre sin nada, y una pequeña minusvalía en su vista le impide trabajar. «Vivía de alquiler y un día que estaba en la Agencia Tributaria con unos papeles, me llamó un vecino para decirme que todo estaba ardiendo. Casi me da algo. He cogido una depresión muy grande porque no puedo ni moverme».

Se quedó sin su trabajo como oficial de albañil en 2008, y desde entonces está sin ocupación. Separado desde hace 20 años, tiene tres hijos que viven en El Carrizal y Jinámar, pero no quiere ir con ellos.

El parque se ha convertido en su casa, un baño químico en su dormitorio y el centro Gánigo de la zona en su lugar de aseo. «La calle no está hecha para mí ni para nadie, pero, ¿a dónde voy?», se pregunta. Mientras habla, enseña su saco de dormir y asegura que es «su casa», y cabizbajo cuenta cómo tiene que «echar el fechillo» del baño para que al caer la noche, no le roben o le hagan daño físicamente.