Juan Manuel Pardellas Las Palmas de Gran Canaria
Una lectura rápida de la auditoría que dos prestigiosos cirujanos españoles han hecho de los índices de mortalidad servicio de cirugía cardiovascular del HUC durante los años 2005 y 2006 te pone los pelos de punta. Una lectura sosegada, te estremece. Su estudio pormenorizado y aclaración de cada uno de los términos médicos y técnicos empleados, te horroriza. Y luego llega el jefe del servicio, que es el mismo ahora que en esos dos años dramáticos, y te dice que el estudio y su difusión mancha el buen nombre de Tenerife. Algo ha pasado en el HUC. Teniendo, como certifica el informe que tiene, unas impecables instalaciones, unos intensivistas, enfermeras y cardiólogos que se elogian en varios párrafos, no se explica qué ocurrió durante dos años con, al menos, 69 canarios tan o más dignos que cualquiera que los que integran el grupo de gente al que el presidente del Gobierno de Canarias dedicó esta semana tantas preocupaciones en su discurso (¿lo olvidaron?: "el Gobierno de y para la gente"). Aunque deberíamos, vale con no pedir responsabilidades judiciales, vale con que hayan detectado el mal, corregido y mejorado, pero no me pidan que olvide.
Cada uno de esos 69 canarios de bien y de sus familiares, merece saber, no tanto lo que ocurrió (que también), sino por qué. Gracias a los cardiólogos del mismo HUC que, con buen tino, derivaron en estos años negros sus pacientes a otros centros. Gracias a los profesores Jorge Martinell y José Luis Pomar por alumbrar este impecable informe. Gracias al gerente, Ignacio López, por reconocer con valentía unos datos incontestables y al doctor Díaz Tuesta por dar el primer paso y aguantar. A asesores, políticos de todos los signos que no han estado a ninguna altura (¿piden una comisión parlamentaria por Sara y Yeremi y nadie pregunta por 69 muertos?), resentidos, hipócritas, pelotas, sobre-cogedores y todo tipo de fauna que pueda tener la tentación de tapar bocas y oidos un mensajito: quienes mancillan, dañan, perjudican y hunden el nombre de Tenerife no son los que defienden a los débiles, sino los que impiden que sepamos que un día existieron