MARISOL AYALA
Nada hay más saludable y gratificante como saltarse la disciplina impuesta por quienes son prestigiados incumplidores a la sombra; cantar las cuarenta y oxigenar un colectivo que casi siempre se instala en la política de grupos y en el discurso de "o conmigo o contra mí" es de esas cosas que prestigian a quienes tienen la valentía de hacerlo. Y es que el domingo este periódico publicó unas sustanciosas y clarificadoras declaraciones de Teresa García, concejala del Ayuntamiento Telde, a quien el primer teniente de alcalde, José Antonio Perera, le reclama el acta de concejal porque, entre otras cosas, la chica no ha entrado por el aro y además, qué se va a creer, tiene la osadía de pensar por su cuenta, alejada de los dictados del edil en jefe. Teresa ha dicho con mesura, sin estridencias, pero con argumentos, que bajo el ordeno y mando de Perera, compañero socialista que en su momento la engatusó para que la joven la acompañara en su lista, que en la operación de acoso y derribo se ha sentido tan sola, abandonada y ninguneada por la Ejecutiva Insular del PSOE que decidió hacer pública una situación que tiene pinta de esconder mucho más. Le han llenado de minas personales todo su quehacer municipal, ignorándola, faltándole al respeto y otras más cosas que ojalá un día se anime a contar. Si en ese partido "algunos se sintieron aludidos cuando hablé de derecho de pernada, será por algo...", dijo. Jo! El silencio de la dirección insular ante la situación de acoso a la que han sometido a Teresa, en favor de otra señora que tiene los parabienes de la Ejecutiva, deja una vez más con el culo al aire a un partido político que, como todos, quieren afiliados sordos y mudos. Éstos no se dan cuenta de que las nuevas generaciones empujan con fuerza, que ya no son hijos de la dictadura y que cada poco tiempo pincha la colchoneta. Es lo que ha hecho Teresa García y esa conducta hay que celebrarla. Lo que mosquea y mucho -no saben cómo- es que las mujeres mediáticas del partido, las que dicen abanderar la defensa de la mujer, es decir, Morales, Déniz, Jiménez o Medina no hayan movido ni un dedo en defensa de una compañera que, finalmente, ha dado una lección de valentía. Me encanta que entre tanto estómago agradecido alguien le plante al dueño de la despensa