Cáritas atiende en la principal zona turística de Gran Canaria a una treintena de personas sin hogar
M. REYES
Vinieron a Canarias a buscar trabajo o a pasar las vacaciones y acabaron durmiendo a la intemperie, sin familiares ni medios económicos suficientes para afrontar la mala racha que los ha condenado a la indigencia. Aunque ahora es cada vez más notoria la presencia de marroquíes, seguidos de peninsulares, algún sudamericano y muy pocos canarios.Y es que en las calles de San Bartolomé de Tirajana la pobreza foránea irrumpe con fuerza. Un hecho que se refleja en la propia actividad del centro, pues las plazas disponibles resultan con frecuencia escasas ante la demanda del servicio, que no sólo engloba el almuerzo. También se ofrece desayuno, peluquería, lavandería, taquillas para guardar las pertenencias y hasta una humilde biblioteca, que ha sido creada recientemente por los mismos usuarios.Entre ellos hay personas que llevan hasta un año recibiendo ayuda, aunque la estancia media ronda los tres meses. Uno de los que no ha podido abandonar el comedor social es Julio Choc, que llegó hace tres años procedente de Belice (América Central) y carece de recursos para vivir, según él porque problemas con los papeles le han impedido encontrar trabajo.Otro caso es el de Oscar Roland, un albañil alemán al que nunca le faltó trabajo hasta que su vida rodó por una pendiente de alcohol. Lleva siete años en la calle y varios intentos de salir del agujero, que lo han convertido en un viejo conocido de los 28 voluntarios del centro, la educadora y el trabajador social responsable del proyecto. Pero ahora Roland ha dejado la bebida y parece estar en su mejor momento, entre otros motivos porque responde con éxito a las exigencias de los monitores y su aspecto físico es saludable, todo lo contrario a lo que sucedía hace más de tres meses, cuando la mala alimentación y el alcohol hicieron mella en su salud, confiesa el propio Oscar. "Quiero encontrar el camino para retornar a la vida", asegura este alemán, que durante los últimos cinco años ha dormido en Playa del Inglés, el Faro de Maspalomas y las Dunas.También en la arena se refugia Andrés García, un joven valenciano y alemán que sólo lleva una semana en el programa. "Duermo en alguna duna porque es el sitio más seguro", sostiene. Su sueño es montar un taller de bicicletas "pequeño y chulo", añade mientras una gran sonrisa llena su cara de ilusión. Luego recoge sus cosas y sale a la plaza de San Fernando, donde lo esperan más compatriotas con libros en las manos prestados por el centro.Hay ejemplos que invitan al optimismo, como el de un empresario italiano que espera por un microcrédito para recuperar su negocio, o la de seis polacos y cinco eslovacos que fueron acogidos tras cerrar la constructora que los empleaba. Entonces se presentaron con las maletas en busca de auxilio. Ahora han conseguido trabajo en otra empresa y en la agricultura.
Para los que preguntan dónde está la Iglesia… con los que nadie quiere.