Chana y Camilo en una ponencia en el Aula Malagón-Rovirosa, con don José Vilaplana, obispo de Santander |
Gracias Camilo, gracias por haber formado parte de mi vida, gracias por, tus abrazos, besos, regañinas, por tus correcciones, por tu aportación para ser mejor persona. Sí, sin duda alguna todo hubiera sido distinto, tal vez inapreciablemente distinto, pero distinto, sin nuestra unión, sin nuestro amor, amor entre nosotros para poder llegar a los demás, como muy bien definiste en nuestra preparación a nuestro matrimonio, definías que podíamos ser una comunidad de egoísmo, por eso se vio recompensado ese amor compartido, y Dios nos bendijo con tres hijos, con una gran familia que estuvo ahí cuando le necesitábamos, pero también nos dio muchos amigos que, cercanos o lejanos, siempre estuvieron apoyándonos, en los buenos momentos, pero también cuando vinieron los momentos duros, que fueron intensos, también encontramos en las organizaciones apostólicas, sociales y políticas el espacio para poder luchar, con más o menos aciertos, por aquello por lo que creíamos, siempre como consecuencias del compromiso bautismal, que no era otra cosa que la lucha por mundo nuevo, o en términos más cercanos, la lucha por la justicia; en definitiva los términos no nos importaban, lo importante era el ideal, vivimos siempre enamorados de ese fin importante de nuestra unión y amor, que no era otra cosa que amar a los demás hasta que nos dolía, y eso nos hacía más fuertes. No, no fue todo siempre idílico, éramos humanos y existieron nuestros roces, malos momento y pecados... ¿quién no los tiene? Vinieron muchas veces, las dificultades, claro, pero en eso también éramos afortunados, teníamos, la pandilla de amigos, que nos ayudaron siempre a superar dificultades.
Hoy después de doce años de tu partida te tengo cada vez más presente en mi vida, y aunque siento tu ausencia física, cuando no tengo, tu mirada, tus caricias y cuando necesito opinión sobre cosas y acciones que me son difíciles de tomar decisiones sola, sé que estás conmigo, que estás con nosotros, en todo aquello que fue siempre el referente en nuestras vidas, el amor a los demás de forma inexcusablemente necesaria, porque si no perderíamos nuestra condición humana y cristiana.
Yo no suelo rezar por tu alma, pues considero que tienes ya un privilegio que yo debo ganarme, pero sí para pedirte me des luz para seguir en este camino de lucha que, querido Camilo, cada vez es más difícil, y para que intercedas para que seamos capaces de vivir hasta las últimas consecuencia nuestra condición de bautizados.
Sigue acompañándonos a Pino, Laura, Guillermo, Miguel, Marta, y a mí ,sin olvidarte de los amigos/as, en este caminar hasta nuestro encuentro definitivo.
Hasta mañana en el altar.